Dedicado a E.M.
Y cosas como esas todos los días...
Tanto dolor, tanta incomprensión, tanta impotencia,
más que sentimientos: realidad, tierra, sangre y amor.
Sé lo sufrido, tus horas de contradictoria reflexión,
preguntas sin respuestas, insomnios caóticos,
creaciones y más creaciones sometidas al tacho de basura.
Por si fuera poco, creer que no vale la pena,
que no llega a cubrir expectativas.
Tu frío llanto pasado y ahora el placer de la derrota.
Ya no queda más ¿verdad?, ya no queda nada.
Diversión melancólica y una risa que termina siendo una promesa.
No, no hay redención,
pero esa mirada, esa mirada...
renuncia total a la razón.
Pero ¡cómo sientes! ¡cómo vibras!
Caprichoso.
En el fondo conoces tu grandeza,
tu capacidad de inmortalidad.
Eres todo un caso.
¿En qué termina esto, eh? ¿En qué?
Resulta difícil creer en tu aparente renuncia.
Está bien, balancéate en este juego, es lo justo.
Dejémonos arrastrar y luego pensemos.
Recuerdos de la infancia entonces,
de la ignorancia más pérfida.
Es un fin y el principio de algo mucho mejor.
Qué estuvimos haciendo todo este tiempo...
Por Dios, cuanta falta de argumentos, cuanto vacío,
y en el medio tú, resplandor distante,
buscando hallar el inminente escape.
Todos los elementos en su lugar,
y por qué te entregaste a la ubicuidad del tiempo y el espacio: La vida...
y no me llevaste.
No trates de engañarme, no seas ridículo,
solo ayúdame a aceptarlo, ayúdame a cruzar hacia tu lado,
hacia esa orilla de incompatibles y abstracciones,
de absurdos deseos y sueños ya sombríos por el tiempo,
que destellan de nuevo cuando mueves la cabeza al compás.
Permíteme introducirme en tu misterio,
en tus celosas hipótesis y conclusiones.
Quiero ese bienestar lacerante,
ese éxtasis lamentable que percibo en ti.
Por favor, es hora,
antes que las afirmaciones y las voces me corrompan,
me confundan y alejen de ti,
me pierdan en la niebla del olvido.
Y tú tocas la guitarra y cantas...
miras al público, me miras a mí y no me ves...
pero comparto tu aflicción, tu sentir más profundo,
tus deseosas esperanzas,
tus intenciones de salvación.
No, no es tristeza, no es alegría,
¿qué es esa expresión en tu rostro?
Es una mezcla atroz, tierna y dulce de todo lo anterior.
Y sin embargo no hay odio ni rencor, ni resentimientos en tus ojos...
solo tranquilidad, solo tú...
Y pareces decir:
“Después de absolutamente todo,
aquí estamos...”
martes, 6 de noviembre de 2018
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