Es una cita, pero en su versión peor. Después del trabajo, en el restobar de la vuelta, a la hora acostumbrada. Llego tarde, toda mi vida he llegado tarde, si saben a lo que me refiero. La verdad, ni siquiera quería venir, pero aquí estoy, hecha una idiota, molesta (conmigo misma, por supuesto).
Y mientras nos miramos y allá afuera los autos pasan y siguen su rumbo, nos vamos alejando cada vez más. Es como si algo se hubiese roto. Es tan horrible. Probablemente este lugar me traiga malos recuerdos para siempre.
Bien, pienso que no deberíamos hacernos esto y también pienso que el amor no se recupera, no el nuestro. Como si nos hubiéramos agarrado a puñetazos y no fuésemos capaces de pedirnos disculpas. Completamente ridículo. Vergonzoso. Humillante.
No hay necesidad de decirse nada, es tan simple como terminar nuestras bebidas y levantarnos de la mesa. Yo me apuro para salir primero. Ir detrás sería demasiado, sería realmente lo último.
Quiero escapar y sin darme cuenta, realmente me estoy escapando, a cada paso cada vez más rápido, y me coge el brazo para detenerme. Yo asiento con la cabeza, ignorando el mensaje, y levanto el brazo para llamar un taxi, y junto con este, la inevitable despedida.
No voy a escribir sobre ese beso, me niego a hacerlo. Sin embargo, mientras regreso a casa, lo primero que hago es sacar el celular y escribir sobre la cita para publicarlo en este blog. Es lo mejor que queda de mí: estas palabras. No sé qué hará él, pero está cerca a terminar.
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