martes, 18 de septiembre de 2018

El misterio

Supongamos que lo que escribo en este blog sea literatura (con todas las más sentidas disculpas del caso para los literatos de verdad), supongo que como soy escribidora puedo darme la libertad de decirlo y es de suponer que finalmente mi condición anule todo lo que escriba, de modo que estoy autorizada para continuar con mi conciencia en paz.

Usar la literatura para explicar la literatura… me voy a arriesgar.

Haber, la literatura es un arte precioso, mágico, que nos conmueve, nos permite expresar contextos, mundos, realidades, sueños y hasta abstracciones, pero luego de eso, detrás de eso, ¿qué?, ¿qué? Nada, conjunto vacío. A veces me pregunto si es correcto que eso sea todo, si acaso no lo estamos desnaturalizando, tergiversando, desvirtuando, deformando. Para mí la literatura, para que termine de explicarse, debería tener un propósito más elevado, algo así como los relatos con moraleja, te dejan una enseñanza.

Haber, empiezo de nuevo: Yo escribo porque se me da la gana, porque nace de mí, es como un impulso incontenible, siento que puedo escribir lo que sea, pero si no tiene un objetivo, ¿de qué sirven tan hermosas palabras? Por eso no creo que la literatura se baste a sí misma, que sea capaz de justificarse en ella, que se baste para valer, no lo concibo. En cambio, si pienso en la literatura como un arte para un fin, me satisface a medias, porque de ello sigue ¿para qué fin?.

¡Atención!: Sin embargo, la literatura sigue y seguirá siendo un misterio dentro de la naturaleza del ser humano, porque proviene de un misterio mayor y está al servicio de este: es la forma más sencilla de argumentarlo, de darle consistencia infalible, y ni aún en mi puesto de La Escribidora me atrevo a contradecirlo.

Kelly, ¿y el misterio mayor? Es Dios.

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