martes, 6 de noviembre de 2018

Qué tipo

Dedicado a E.M.


Y cosas como esas todos los días...
Tanto dolor, tanta incomprensión, tanta impotencia,
más que sentimientos: realidad, tierra, sangre y amor.

Sé lo sufrido, tus horas de contradictoria reflexión,
preguntas sin respuestas, insomnios caóticos,
creaciones y más creaciones sometidas al tacho de basura.

Por si fuera poco, creer que no vale la pena,
que no llega a cubrir expectativas.

Tu frío llanto pasado y ahora el placer de la derrota.
Ya no queda más ¿verdad?, ya no queda nada.
Diversión melancólica y una risa que termina siendo una promesa.

No, no hay redención,
pero esa mirada, esa mirada...
renuncia total a la razón.

Pero ¡cómo sientes! ¡cómo vibras!

Caprichoso.
En el fondo conoces tu grandeza,
tu capacidad de inmortalidad.

Eres todo un caso.
¿En qué termina esto, eh? ¿En qué?
Resulta difícil creer en tu aparente renuncia.

Está bien, balancéate en este juego, es lo justo.
Dejémonos arrastrar y luego pensemos.

Recuerdos de la infancia entonces,
de la ignorancia más pérfida.
Es un fin y el principio de algo mucho mejor.

Qué estuvimos haciendo todo este tiempo...
Por Dios, cuanta falta de argumentos, cuanto vacío,
y en el medio tú, resplandor distante,
buscando hallar el inminente escape.

Todos los elementos en su lugar,
y por qué te entregaste a la ubicuidad del tiempo y el espacio: La vida...
y no me llevaste.

No trates de engañarme, no seas ridículo,
solo ayúdame a aceptarlo, ayúdame a cruzar hacia tu lado,
hacia esa orilla de incompatibles y abstracciones,
de absurdos deseos y sueños ya sombríos por el tiempo,
que destellan de nuevo cuando mueves la cabeza al compás.

Permíteme introducirme en tu misterio,
en tus celosas hipótesis y conclusiones.
Quiero ese bienestar lacerante,
ese éxtasis lamentable que percibo en ti.

Por favor, es hora,
antes que las afirmaciones y las voces me corrompan,
me confundan y alejen de ti,
me pierdan en la niebla del olvido.

Y tú tocas la guitarra y cantas...
miras al público, me miras a mí y no me ves...
pero comparto tu aflicción, tu sentir más profundo,
tus deseosas esperanzas,
tus intenciones de salvación.

No, no es tristeza, no es alegría,
¿qué es esa expresión en tu rostro?
Es una mezcla atroz, tierna y dulce de todo lo anterior.
Y sin embargo no hay odio ni rencor, ni resentimientos en tus ojos...
solo tranquilidad, solo tú...

Y pareces decir:
“Después de absolutamente todo,
aquí estamos...”

sábado, 22 de septiembre de 2018

Como dice la canción (2)

Como dice la canción: "¿Quién te cortó las alas, mi ángel?, ¿quién te arrancó los sueños hoy?, ¿quién te arrodilló para humillarte?... ¿por qué lo permitiste, ángel de amor? Déjame curarte, vida, déjame darte todo mi amor...".

martes, 18 de septiembre de 2018

El misterio

Supongamos que lo que escribo en este blog sea literatura (con todas las más sentidas disculpas del caso para los literatos de verdad), supongo que como soy escribidora puedo darme la libertad de decirlo y es de suponer que finalmente mi condición anule todo lo que escriba, de modo que estoy autorizada para continuar con mi conciencia en paz.

Usar la literatura para explicar la literatura… me voy a arriesgar.

Haber, la literatura es un arte precioso, mágico, que nos conmueve, nos permite expresar contextos, mundos, realidades, sueños y hasta abstracciones, pero luego de eso, detrás de eso, ¿qué?, ¿qué? Nada, conjunto vacío. A veces me pregunto si es correcto que eso sea todo, si acaso no lo estamos desnaturalizando, tergiversando, desvirtuando, deformando. Para mí la literatura, para que termine de explicarse, debería tener un propósito más elevado, algo así como los relatos con moraleja, te dejan una enseñanza.

Haber, empiezo de nuevo: Yo escribo porque se me da la gana, porque nace de mí, es como un impulso incontenible, siento que puedo escribir lo que sea, pero si no tiene un objetivo, ¿de qué sirven tan hermosas palabras? Por eso no creo que la literatura se baste a sí misma, que sea capaz de justificarse en ella, que se baste para valer, no lo concibo. En cambio, si pienso en la literatura como un arte para un fin, me satisface a medias, porque de ello sigue ¿para qué fin?.

¡Atención!: Sin embargo, la literatura sigue y seguirá siendo un misterio dentro de la naturaleza del ser humano, porque proviene de un misterio mayor y está al servicio de este: es la forma más sencilla de argumentarlo, de darle consistencia infalible, y ni aún en mi puesto de La Escribidora me atrevo a contradecirlo.

Kelly, ¿y el misterio mayor? Es Dios.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Tregua

Aquí estoy, finalmente, (“después de todo, después de tanto”) cansada de estar cansada, porque uno puede llegar incluso a cansarse de estar cansado.

Estoy aquí, en las alturas, atraída por esa voz silenciosa que cada cuanto me llama hacia esta dirección y me invita a una tregua. El cielo poco más alcanzable, los edificios y las autopistas debajo, me alivia. Es extraño, no logro descifrarlo. Detrás del cristal, sobrecogida, me limito a observar, expectante y al mismo tiempo sin la menor idea de nada. Ni siquiera sé bien lo que quiero decir, pero igual deseo intentarlo: Luego de varios días más la suma de otros años desorientada, viviendo dentro del caos de las exigencias y presiones, impulsada por la confusión a veces autogenerada, producto de la inercia de lo cotidiano, etcétera, con solo mirar este paisaje mi mundo se detiene, e inclusive todo es menos malo, hasta mis metidas de pata. Veo esperanza, cosas hermosas y un futuro brillante.

En serio pienso que es Dios hablándome desde otro plano. En este momento no tengo la menor duda de ello. Claro, lo más probable es que mientras baje por las escaleras o por el ascensor olvide por completo lo que pasó y vuelva a la frenética carrera del día a día, por eso lo escribo, para recordar que, aquí, desde las alturas, Dios me ha mostrado la verdad una vez más.

lunes, 30 de julio de 2018

Por otro lado...

Hay días en los que estás así todo lindo, bello, hecho un galán, con una sonrisa hermosa y una mirada divina; y resplandeces como el sol, y me encantas, y tengo que contenerme para no lanzarme a tus brazos; pero no voy a decir que eso sea amor. Y hay otros días en los que estás hecho un asco, todo ojeroso, deslucido, en decadencia, con una expresión de asustado insuperablemente horrible, pero igual me gustas, y jamás voy a pensar que eso sea amor. Primero creía que esos cambios bruscos se debían al trago y su posterior resaca, porque me han contado… En fin, resulta que finalmente he descubierto tu secreto: lentes, cuadrados y cristalinos, se encargan de hacer la magia.

La verdad, no sé qué verás en mí. Quizás te gusta mi nombre, porque no pierdes ni una para llamarme cada vez que me ves pasar. Quizás te gusta cuando visto de negro, y coincidimos como si nos hubiésemos puesto de acuerdo. O quizás te gusta mi perfeccionismo y carácter obsesivo, aunque te traiga harto, podrido, cansado, de mal humor, te saque de quicio y pongas mala cara. No creo que te guste mi belleza particular y mis extraños modales, aunque muchas veces me pregunto qué sucede dentro de ti cuando, mientras intento explicar, te quedas mirándome directo a los ojos, en silencio, deslumbrado, casi hipnotizado, y me das la razón aún si te dijera que los ornitorrincos vuelan. Pero, claro está, sabes perfectamente que todo eso no es amor.

Y así estamos, hechos unos idiotas, envueltos en un romance terrible, sonriendonos y coqueteandonos a sabiendas que nada es en serio, si no solo un juego, porque ni de chiste existe una oportunidad para un “nosotros”, sencillamente porque ni poniéndolo de cabeza esto puede ser amor. Un enamoramiento vacío, una atracción hueca, una ilusión absurda, pero nunca amor. Para que sea amor nos hace falta mucho: compromiso, decisión, sacrificio, fortaleza, lucha y demás por el estilo, y aquí viene el gran detalle, la justificación por excelencia, la clave de todo: ambos reconocemos (y aceptamos) que ninguno de los dos va a dar ni una pizca de aquello en lo absoluto. La mejor parte: En este proceso nos está faltando bastante poco para no importarnos que esta emoción sin sentido y falto de contenido nos frustre todo tipo de relación fructífera. Como lo diría Vallejo: nada más triste que no haber nacido y ya estar muerto.

Conclusión: Tendremos que arrancarlo de raíz, y si es hoy, mejor.

sábado, 21 de julio de 2018

Una cita

Es una cita, pero en su versión peor. Después del trabajo, en el restobar de la vuelta, a la hora acostumbrada. Llego tarde, toda mi vida he llegado tarde, si saben a lo que me refiero. La verdad, ni siquiera quería venir, pero aquí estoy, hecha una idiota, molesta (conmigo misma, por supuesto).

Y mientras nos miramos y allá afuera los autos pasan y siguen su rumbo, nos vamos alejando cada vez más. Es como si algo se hubiese roto. Es tan horrible. Probablemente este lugar me traiga malos recuerdos para siempre.

Bien, pienso que no deberíamos hacernos esto y también pienso que el amor no se recupera, no el nuestro. Como si nos hubiéramos agarrado a puñetazos y no fuésemos capaces de pedirnos disculpas. Completamente ridículo. Vergonzoso. Humillante.

No hay necesidad de decirse nada, es tan simple como terminar nuestras bebidas y levantarnos de la mesa. Yo me apuro para salir primero. Ir detrás sería demasiado, sería realmente lo último.

Quiero escapar y sin darme cuenta, realmente me estoy escapando, a cada paso cada vez más rápido, y me coge el brazo para detenerme. Yo asiento con la cabeza, ignorando el mensaje, y levanto el brazo para llamar un taxi, y junto con este, la inevitable despedida.

No voy a escribir sobre ese beso, me niego a hacerlo. Sin embargo, mientras regreso a casa, lo primero que hago es sacar el celular y escribir sobre la cita para publicarlo en este blog. Es lo mejor que queda de mí: estas palabras. No sé qué hará él, pero está cerca a terminar.