viernes, 10 de enero de 2020

Lluvia


Mientras el auto se deslizaba por la autopista, descendiendo ligero como una pluma, mi mirada se dirigió hacia el mar y sus brillos, y por unos segundos mi mente quedó en completo silencio, perdida entre el inmenso oleaje bajo un día soleado. Sonreí levemente, los colores se desvanecieron, el firmamento se nubló, y una lluvia torrencial mojó los vidrios de las ventanas; para entonces las formas externas habían desaparecido, junto con sus estructuras, las personas y demás seres existentes. Estaba sola en el auto, sola en medio del universo, y casi sin darme cuenta me había sumergido en una tristeza nivel insufrible. Estaba hecha. Nadie puede comprender lo que sentí, cómo me sentí, porque nadie pudo ver lo que yo veía desde mi interior. Así fue y a veces así sigue siendo: un mundo indiferente, luminoso, soleado, donde llueve terriblemente para mí mientras no llueve para nadie más.

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